La autobiografía adquiere especial relieve en el siglo XIX, la época en que se acuña el término de literatura autobiográfica, ya que delata el carácter moderno de este nuevo género literario, que se vincula a los procedimientos narrativos de la burguesía triunfante y a la nueva ideología del individualismo.
Pero también atiende a la influencia innegable de Rousseau, lo que queda patente en el hecho de que es alrededor de 1800 cuando la palabra autobiografía comienza a cobrar carta de naturaleza en todas las lenguas europeas.
En un término tan sintético como el de autobiografía se relacionan tres conceptos que mantienen relaciones inestables y dinámicas entre sí: el ‘yo’, la escritura y los hechos. Y es que el ‘yo’ se descubre mediante la escritura y toma como referencia los hechos y acontecimientos de la vida, los cuales selecciona para su exposición y explicación.
De este modo, Scarano define lo autobiográfico como «el tránsito desde un pasado (byos) al orden de los signos (graphé) para configurar un sujeto (autos) de sí mismo».
El antecedente léxico sobre el que se forma la autobiografía es la palabra ‘biografía’, una forma aceptada tanto artística como históricamente para referirse a los textos literarios o testimoniales en los que se narraban los acontecimientos más importantes de la vida del personaje más destacado o cualquier personalidad sobresaliente por sus hechos o hazañas.
Este empleo de la vida ajena como argumento literario se encuentra contagiado por la subdivisión estamental con que se va a abordar el fenómeno autobiográfico. Así, uno de los estudiosos más destacados del fenómeno autobiográfico, Philippe Lejeune, ha subdividido la ingente producción literaria que responde a los requisitos de esta modalidad narrativa según la dedicación laboral de sus autores o en función de alguna característica relevante de su vida.
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