Más allá de las diferencia establecida entre el cuento y la novela, lo cierto es que se pueden diferenciar unas características propias de cada etapa de LIJ relacionadas con los argumentos y las tramas:
1) Novelas para los más pequeños: los niños son capaces de escoger las imágenes que más le llaman la atención o les interesan y dejar a un lado los elementos del paisaje que lo les permiten adentrarse con libertad en su imaginación. Esta característica de los niños es la que permite a los pequeños, en lo que se refiere a la narrativa, hacer suyas tramas ágiles y aceptar soluciones eficaces por parte de sus héroes. Así, los niños empujan a los protagonistas para que resuelvan sus aventuras con eficacia, no quieren personajes llenos de dudas.
2) Novelas de diversos capítulos: Las novelas para niños mayores de 8 años: este tipo de libros no debe contener un número extenso de capítulos o episodios hasta que los lectores hayan alcanzado los 11- 12 años. Igualmente, si el escritor desea que el lector siga la trama de un modo sencillo, no debe provocar la complejidad de sucesos y de escenas que obliguen al lector a situar al personaje en espacios y tiempos diferentes. O sea, que si el protagonista vive en Londres habrá que procurar que no tenga que abandonar a menudo la ciudad o, si lo hace, intentar repetir el mismo esquema del viaje.
Las intrigas que se desarrollen tampoco han de tener muchas ramificaciones para que el lector no se pierda.
3) Argumentos complejos para adolescentes: Si hablamos de una novela para jóvenes, es necesario tener en cuenta que puede tener la misma extensión que una novela para adultos. Y es que a los 12 o 13 años la estructura del argumento se asimila sin ninguna dificultad. Lo único que le puede resultar más complicado de asimilar a un adolescente es la compleja psicología de los adultos y los comportamientos psicológicos de su cultura. Pero los argumentos, si se basan en la acción, los puede captar perfectamente en todo su entramado.
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