Lo que caracteriza a la autobiografía es la identidad entre el autor, es decir, la persona que escribe el libro; el narrador, o la persona que dice ‘yo’ en el texto y relata la historia; y el protagonista de esa narración, cuya vida, estados de ánimo o evolución personal constituyen el asunto del relato.
Habitualmente la identificación entre el narrador y el personaje del relato se hace a través del uso del pronombre personal ‘yo’, que es capaz de identificar al sujeto de la enunciación (el narrador) con el sujeto del enunciado (el personaje).
La identificación entre el sujeto y el narrador, por su parte, solamente se puede garantizar mediante la coincidencia entre el nombre del propio autor que figura en la portada del libro y el que el narrador se da a sí mismo. Esta coincidencia es la que da forma al llamado pacto autobiográfico, un tipo de acuerdo de lectura conceptualizado por Lejeune. Se trata de una especie de contrato establecido entre el autor y el lector por el que tácitamente aquel se compromete a contar la verdad sobre su vida, y este a creer el relato que se ofrece. Por supuesto, esta acción no implica que todo lo que se cuenta en la autobiografía sea verdad, pero esto no impide que el pacto como tal exista, aunque sea para infringirlo.
Este pacto autobiográfico sería el factor que diferenciaría a la autobiografía de una novela con contenido autobiográfico, ya que en esta última puede darse el caso de que todo lo atribuido a un personaje con nombre ficticio sean hechos que le han sucedido al autor; por otra parte, el lector no establece con el texto el mismo tipo de relación, pues no exige que lo que lee sea verdad.
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