Los detectives clásicos son los personajes de la novela enigma como Dupin o Sherlock Holmes. Surgieron a mediados del siglo XIX, una época en la que predominaba el culto a la razón. Es por ello por lo que estos detectives serán personajes racionales que usan la lógica y la deducción para la resolución de los casos.
Así, utiliza una interpretación racional de los datos de los que dispone para poder resolver el misterio y restituir el orden social perdido por la actuación del delincuente. Se trata de literatura que recrea los ambientes burgueses de la época y una sociedad en la que el bien y el mal aparecen claramente delimitados. Asi, los detectives son miembros de la burguesía, pero también lo son las víctimas y los lugares y escenarios en los que se cometen los delitos.
Como explica el profesor de la Universidad de Salamanca Javier Sánchez Zapatero, «los que sufren los robos, los asesinatos y, en general, cualquier tipo de transgresión y los que resuelven los misterios que acompañan a estas acciones delictivas son los mismos.
Por eso, en las primeras obras del género los representantes de las fuerzas policiales se muestran incapaces de resolver las investigaciones a las que se enfrentan. Mientras que el detective representa el poder de la razón y la capacidad individual ejercida en libertad, la policía actúa en estas obras como símbolo de la maquinaria estatal, concebida como fuerza conservadora al servicio de la perpetuación de un sistema social en el que no hay lugar para el desarrollo que la burguesía desea». Todos los detectives de estas obras presentan unas características comunes que se han acabado convirtiendo en marcas distintivas del género policial clásico, como son la casi total ausencia de datos sobre la vida privada, aunque son personajes con enormes excentricidades y manías.
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