Es preciso conocer algunas normas sencillas que rigen en las obras de literatura de viajes, independientemente del formato elegido. En primer lugar cabe destacar que en este tipo de obras predomina la descripción frente a la narración, incluso en aquellos momentos en los que se narran aventuras. Es decir, en los relatos de viajes las aventuras, peligros y penalidades que viven los personajes no son el elemento principal del texto, sino que tan sólo son un componente más de la obra y no tienen más jerarquía que la descripción de la ciudad o lugar donde se produce ese suceso. Si la narración de acciones tiene más protagonismo que la descripción no se trataría de un relato de viajes sino de textos de aventuras ocurridas durante un viaje.
Además del formato, el relato de viajes ofrece enormes posibilidades al escritor debido a su gran libertad también en los posibles tratamientos de estos textos.
Así, se puede afrontar el viaje en nuestro relato de diferentes maneras, ya sea un viaje real o imaginario. Se puede escribir como una despedida, un cambio interior, un recuerdo, un viaje mental a través de la imaginación, como metáfora, a través de una personificación del lugar que se visita, a través del humor, de aventuras y vivencias personales, y un largo etcétera. En definitiva, será el escritor el que, según sus preferencias o experiencias personales, podrá decidir el enfoque que le concede a su relato, siempre teniendo en cuenta las características de este tipo de textos y la supeditación de la descripción de lugares y culturas a las acciones propias de los personajes.
Asimismo, en nuestros textos podemos reflejar viajes imaginarios, los que hemos realizado, itinerarios descubiertos o inventados, viajar a través de los mapas, etc. Pero hay que tener en cuenta que se trata de un viaje. Por ello, especialmente en el caso de viajes imaginarios, hay algunos elementos que transmiten al lector la idea de viaje, como pueden ser un camino, ya sea carretera, calle o cualquier otra forma, un puente (tanto real como en forma de metáfora), cualquier medio de transporte, una maleta o un laberinto. Incluir cualquiera de estos elementos en un relato aportará mayor credibilidad al concepto de viaje. Esto es especialmente útil para aquellos textos de viajes imaginarios o en los que se habla de viaje interior como metáfora y para los que reforzar la idea de trayecto con estos elementos pueden dar mayor viveza y riqueza al escrito.
Por esa misma razón, hay que tener en cuenta que estas obras no son crónicas, ya que el objetivo de las crónicas es contar hechos
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