¿En qué consiste el final de un relato? ¿Cómo se construye? Finalizar un relato, ¿es interrumpirlo o acabarlo? Resolver un relato con un final abierto o cerrado es un planteamiento que surge del mismo texto.
Por eso es importante que el final sea coherente y que le deje un poco al lector, ya sea a través de una reflexión o de una emoción.
El final no lo componen solamente las últimas líneas o párrafos de un texto, sino que el desenlace tiene que otorgar sentido al conflicto central de la narración. En él desembocan todos los elementos de la trama. Hay que evitar los finales previsibles en los que el lector sabe mucho antes de acabarse lo que va a ocurrir. Y no es lo mismo un final previsible que irremediable. El final irremediable es coherente, la narración mantiene la tensión interna hasta el final, pero como suelen ser cuentos realistas, el lector se teme el desenlace que le puede suceder al protagonista.
El final del relato no solo debe ser coherente con el conflicto tratado, sino también con el que está escrito. Igualmente es importante que los elementos que se esbozan a lo largo del relato, sobre todo si son repetitivos, tengan un significado final.
Existen tres tipos de final:
1- Final cerrado: el relato se resuelve de forma definitiva, no deja conflictos por resolver. Evita dar explicaciones por miado a que no se entienda. El final debería entenderse por lo que sucede en él.
2- Final circular: acaba como comienza, como si el relato estuviese dentro de un círculo en el que gira sobre sí mismo condenado a repetirse.
3- Final abierto: el final sugiere una solución del conflicto, sin quedar del todo resuelto, o incluso no lo resuelve y permite al lector la máxima capacidad de interpretación para que imagine el final que desea.
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