Los personajes infantiles proceden de la narración oral que transmitía los mitos sobre la creación del mundo y del hombre, sobre la vida en sociedad, sobre los descubrimientos, con personajes que iban más allá de lo humano, con dioses, con animales de culto, con demonios, etc. que se fueron modificando hasta llegar a los cuentos actuales.
Pero no todos los personajes son recibidos con el mismo entusiasmo, y la tradición literaria así lo demuestra. Perviven princesas, hadas, príncipes… los personajes arquetípicos. La atracción que ejercen sobre los niños se suma a la que estos sienten por los animales. Los pequeños son capaces de identificarse tanto con los buenos como con los malos, tanto por su seducción como porque pueden descargar sus temores y centrarlos en la capacidad de los animales de devorar y atacar.
Pero, ¿cómo crear los personajes? Estos pueden inventarse a partir de una imagen, de una palabra, de una idea, de sueños o de recuerdos, por ejemplo. A la hora de dar voz a esos personajes, hay que prestar atención a las singularidades con las que cuenta el universo infantil, que es una suma de inocencia, capacidad para asombrarse y aceptación análoga de lo real y lo fantástico.
La mayoría de estos personajes se mueven en el mundo de la fantasía ya que es el lugar donde el pequeño puede modificar la realidad o resucitar a quien desee. De este modo se sitúan en una imprecisa frontera entre lo real y lo imaginario.
Una vez que el personaje se ha creado, hay que darle un nombre que perdurará en la mente del lector y le dará identidad. Conviene que ese nombre esté bien relacionado con las características del personaje, y una vez que esté nombrado conviene incluirlo en una aventura para ver qué tal funciona.
Esta recomendación forma parte del taller La literatura para niños y jóvenes. Toda la información en nuestra web.