Las características estructurales que conforman los relatos autobiográficos son: la persona gramatical, la prosa y el verso, la extensión, el orden lineal, la vida como metáfora y la firma.
La persona gramatical: el empleo del yo, del tú, de él/ella, o del nosotros son datos formales que pueden entrañar una cierta relación, distancia, identificación o solución del «yo» narrador con respecto al personaje.
En las autobiografías, cualquiera que sea la persona gramatical que se emplea en la narración es imprescindible que haya identidad entre autor, narrador y personaje.
La prosa y el verso: la mayoría de los textos autobiográficos adoptan la prosa como vehículo de expresión porque su lectura resulta más cómoda para el lector. Sin embargo, la facilidad que el poema permite para la reproducción de tiradas más complejas de versos explica algunos ejemplos de autobiografías en verso.
La extensión: la extensión es libre, pero debe abarcar un espacio de la vida para que exista un cierto dinamismo en el relato.
El orden lineal: la mayoría de los textos autobiográficos adoptan una forma lineal en la que se puede seguir una división cronológica en capítulos y épocas, por eso hay una secuencialidad temporal que responde a un principio de organización. El orden siempre aporta coherencia.
La vida como metáfora: cuando la vida real se traslada a un papel, el texto que resulta se convierte en una metáfora pragmática que permite comprender al autor y que este se explique.
La firma: esta culmina simbólicamente los textos autobiográficos. Es la garante del texto, y en ella se expresa el principio de autoridad y de autoría que caracteriza las obras artísticas.
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