
Ahora que estoy más cerca de la publicación, puedo decir que en la vida hay ciclos que tienen que cerrarse para avanzar. Mi novela, De las cúpulas de cielo a los huesos de la tierra, es un ciclo en mi existencia. Muchas veces pensé que no se cerraría, que tendría que guardar el texto en la memoria del ordenador, pero ahora que existe la posibilidad real de ver un libro mío publicado, me siento feliz, a punto de alcanzar un sueño de esos que uno tiene y que se ven tan lejanos… Es la realización de un trabajo de años que se acerca a su final. Estoy viviendo dos sueños en mi vida, y en uno estoy cerrando un ciclo e iniciando otro, en el que espero contar con Amalia. Porque, a final de cuentas, escribir es hilar historias que se cuentan entre amigos.
Para conseguir llegar a las editoriales, el trabajo de Amalia es de una muy alta calidad. La revisión del texto fue exhaustiva, desde la corrección ortográfica, que incluyó las reglas que la Real Academia de la Lengua Española ha aceptado recientemente, hasta los defectos narrativos que entorpecían el ritmo de la lectura. Tenía que trabajar la novela a fondo, reescribir algunas partes, corregir muchos desaciertos, pero el archivo que venía adjunto al análisis formal era totalmente esclarecedor.
Fue como si Amalia estuviera junto a mí, revisando cada acotación y explicándome cómo hacer para que el texto ganara en todos sentidos. En lo particular la experiencia me enriqueció enormemente. Me hizo pensar como un narrador, no como alguien que cuenta una historia para sí mismo. Y descubro que esa es una característica básica para un escritor. Tal vez parece tonto, pero para mí es un gran paso. Y eso se lo debo a la profesionalidad de Amalia y su equipo.
Y es que, antes de empezar a trabajar con ella, sabía que tenía una historia que valía la pena ser contada, pero como escritor novato, me perdía en detalles e historias periféricas que entorpecían el ritmo de la lectura. Desde luego, era una obra personal que para mí tenía sentido, pero me faltaba la crítica de alguien profesional de la literatura que me ayudara a señalarme los defectos del texto, y que me diera esperanza de publicar en algún momento. Cuando envié la novela a Hera, sabía que para Amalia, que es una profesional del análisis literario, esos defectos saltarían a la vista y me los haría saber, pues creo que la historia tiene virtudes que estaban envueltas en los inevitables errores de un escritor en ciernes. El desafío era que la novela estuviera tan bien escrita, que pudiera publicarse.