Tal vez no sea del todo fácil tratar de explicar de dónde me viene esta afición por la escritura, pero haciendo un poco de memoria me permito recordar que teniendo tan solo seis años ya empezaba a confeccionar mis primeras novelas que dejaban asombrado a mi padre. Evidentemente eran temas que sonsacaba de algo que había leído o tal vez visto por la televisión.
En mi época de estudiante, estaba en un colegio en el que confeccionábamos un periódico interno a base de ciclostil, donde reflejábamos un poco la actualidad internacional, nacional y local del momento, además de algunos artículos libres. Aproveché la ocasión por tentar a la suerte escribiendo sobre temas controvertidos de los que me llamaban la atención, como fue por ejemplo un artículo que trataba sobre la teoría de lo absurdo. Con los años acabé dirigiendo ese periódico.
A lo largo de mi vida he colaborado con artículos para unas cuantas revistas y boletines, todos ellos de poca monta, pero conseguí el simpático apelativo de “la Pluma de Oro”. Y poca cosa más en mi precario currículum.
Lo cierto es que siempre deseé dedicarme a la escritura, y al final opté por retirarme del mundo civilizado y consagrarme por entero a escribir. Como no tenía ni cartera ni estudios que me avalaran, sabía que todo era cuestión de crear un tipo de novela que fuera algo diferente, y a ser posible estableciendo un estilo propio que no estuviera comparado con ninguno de los grandes escritores en lengua castellana. Creo que al final lo conseguí.
Si alguien me preguntara cómo lo logré, me limitaría a decirle que organizando un método de novela histórica donde me permito interpretar la historia a mi manera, dándole un matiz especial para que resulte incluso
simpática y agradable de cara al lector, y donde también me he facultado para codearme con gente insigne de nuestra querencia real, como pueden ser personajes tan consagrados como un Juan Antonio Samaranch, un Antonio Gaudí, o un Francisco Ferrer i Guardia con el que estoy compartiendo mi novela número once que actualmente estoy escribiendo.
No puedo asegurar que este estilo propio que yo me he instaurado sea del todo de gusto del lector, pero hay una cosa que sí tengo muy clara, y es que yo escribo con la sana intención de poder agradar al leyente, y en ello pongo todo mi empeño. Si lo conseguiré o no, el tiempo lo dirá, aunque yo estoy totalmente convencido de que si dispongo de un buen asesoramiento, que esto lo doy también por hecho, todo es simplemente un problema de tiempo.