El significado, la forma y la esencia de las palabras fueron mis primeros pasos en el mundo de la escritura.
Con doce años, recuerdo haber escrito mi primer poema. Se lo dediqué a una afición que jamás tuve la oportunidad de poder dedicarme a ella. Sentí la necesidad de expresar una inalcanzable idealización, como era tocar el piano y trasmitir a través de sus notas mis emociones más íntimas. Resultó ser ganador y publicado en el Dominical (especie de gaceta la cual se incluía en el periódico ABC, solo los domingos).
En la adolescencia componía letra y música para un peculiar repertorio de canciones, que después tocaba en compañía de amigos en aquellas indelebles fiestas.
Cuando tuve a mis hijos, les escribía redacciones, comentarios de texto, cuentos y relatos cortos. De esa manera daba rienda suelta a mi creatividad y a esos inagotables deseos de trasmitir mis inquietudes a los demás. Quizás sentía el poder absoluto de plasmar a través de unas mágicas palabras, profundos e inconfesables sentimientos.
Son las letras, con ese delicioso aroma a libertad, las que atrajeron mi atención desde la primera vez que leí un libro y fui capaz de llegar hasta el final. Su título, Mary Poppins, era tan sugerente como enigmático.
Desde entonces, y hasta el día de hoy, escribir se ha convertido en mi terapia y en mi fiel compañera, donde el mantra sería “escribir es mi forma de vivir”.
Este sería el libro más extenso y visceral que he escrito hasta el momento. Es el resultado de muchos días sin hallar la palabra adecuada para expresar y explicar el dolor más intenso que una madre pueda experimentar. Para contar con absoluta veracidad, la historia que en un momento de mi vida me tocó protagonizar.
CAER ENTRE CHARCOS narra la desgarradora historia de una madre ( Sarah) con una hija (Dana) enferma. Su dolencia es una enfermedad mental. Es su lucha por conseguir que esa pequeña dificultad, que caracteriza a una de las personas que más quiere, sea visible ante una sociedad repleta de estereotipos. Pelea y demuestra su valentía y coraje, para que su hija sea aceptada en un mundo intoxicado de mezquinos prejuicios.
Sarah es sinónimo de lealtad y poseedora de un infinito tesón. Pero, a pesar de sus esfuerzos, el destino, la vulnerabilidad y el poder de las nuevas tecnologías, hicieron que su vida se convirtiera en una oscura pesadilla.
Narra la valentía de una adolescente que debe batallar con su otro “yo”. Su heroicidad ante un “ente” que se apodera de ella y de su esencia, es la que, a pesar de todo lo ocurrido, deja ese descomunal poso en el lector.
Es la historia de muchos jóvenes “diferentes” a los demás y la muestra de una superación personal.
Este libro será la llave que abrirá la jaula hacia la visibilidad de jóvenes, de familias y de madres, que en estos momentos se encuentren encarcelados y abandonados.