
Hace muchos años, se decía que donde hoy se lee un tebeo (ahora los llaman cómics)
mañana se leerá un libro. Incluso creo que hubo una campaña publicitaria en la televisión que promocionaba ese lema. Quizás fuera por ello o no, pero lo cierto que en mi caso la frase es perfectamente aplicable. Aunque tengo un recuerdo más nítido de un hecho que marcó un antes y un después en mi interés por la literatura. Se emitía en aquellos tiempos reiteradamente por la televisión una película de ciencia ficción basada en una novela de Ray Bradbury, Farenheit 451. La historia versaba sobre una sociedad futura en la que los libros estaban prohibidos y los bomberos habían cambiado ciento ochenta grados su función. Se dedicaban a quemar libros. Un día, uno de los bomberos roba dos libros de una biblioteca que mantenía oculta una vieja y los va leyendo con avidez por la noche en la clandestinidad de su casa. Uno de los volúmenes era un diccionario. Ver a ese hombre con esa devoción leyendo palabra por palabra de algo tan aburrido, me despertó una inquietud insuperable por la lectura, hasta el punto que a la mañana siguiente me planté en la única librería papelería del pueblo dispuesto a comprar cualquier cosa que pudiera leerse, como hacía el bombero (no quemé la tienda, obviamente) y el libro más atractivo que hallé fue Miguel Strogoff, de Julio Verne.
He pasado casi cincuenta años desarrollando una actividad profesional por mi cuenta para ganarme el pan y el interés por la lectura se mantiene intacto. Con el añadido de que, con el paso del tiempo, he querido dar rienda suelta a algunas de mis ideas en forma de relatos hasta escribir los suficientes para agruparlos en un conjunto y llevo entre manos una novela a la que le falta darle el toque final. Profundo admirador de Dickens, Poe, Guy de Maupassant y los naturalistas franceses, soy también un apasionado de la física cuántica y la filosofía, dos fuentes muy inspiradoras para dar los primeros pasos en la escritura, y más en los géneros que trato como son el terror y la ciencia ficción.
Algunos de los relatos en cuestión se encuentran en distintos portales de internet, pero, como creo que la pasa a cualquier escritor, famoso o desconocido, mi ilusión sería ver mi obra editada en papel algún día. En ello estamos.