Como para no creer en la predestinación y los caprichos de los dioses, ¡por Tutatis!: ambos nacieron en 1959, el mismo año que Astérix lo hacía en la revista Pilote con las planchas iniciales de Astérix el galo.
Los dos, como buenos franceses, lo leyeron también por vez primera a la misma tierna edad, ocho años. Y, claro, recuerdan perfectamente cuándo y dónde. «Lo pillé en casa de unos amigos; era Astérix gladiador», dice Jean-Yves Ferri; por su parte, Didier Conrad estaba enfermo en cama, «por eso me lo regaló mi madre y quizá por ello empecé por el primero, Astérix el galo». El destino tenía que completar su juego haciendo que ambos se dedicaran al mundo del cómic, y, claro, tenían que ser ellos los que crearan, 46 años después de esa lectura iniciática, Astérix y los pictos (Salvat), la 35ª aventura del irreductible galo y sus amigos pero la primera sin el trazo ya de Albert Uderzo ni, claro, de René Goscinny, fallecido en 1977.
No está yendo mal: a sus 100 días en la calle se han adquirido ya en España 124.000 ejemplares, de los cuales 15 .000 en catalán, lengua en la que encabeza el ranquin de ventas de libro infantil.
Hacía falta coraje, en cualquier caso, para tomar el relevo de un mito del cómic, traducido a 107 lenguas y dialectos, del que se han difundido ya más de 350 millones de ejemplares en el mundo y cuya última aparición fue hace cuatro años con El libro de oro, que realizó Uderzo en solitario, como venía haciendo desde La gran zanja (1980). No les hacía falta pócima a los expertos y fans para buscar las tan irritantes como inevitables comparaciones con los álbumes primigenios.
«Primero piensas que no es una buena idea, pero era un reto y si no lo aceptas pasas ya a la historia como el que rechazó el poder trabajar un personaje como Astérix», fija Ferri (coautor de la serie El retorno a la tierra con Manu Larcenet), cuya idea de guión compró en una prueba ciega de escritores el mismísimo Uderzo. «Uno crece muy rápido en su estilo los primeros 15 o 20 años, pero a veces arribas a un llano en tu trayectoria y un desafío así comporta siempre un salto de calidad», dice por su parte Conrad, experto en reencarnar héroes de cómic, como ha demostrado con Kid Lucky, la serie sobre la infancia del Lucky Luke de Morris.
Conrad accedió al honor de dibujar a los aldeanos galos tras el rehúse, después de dos años de trabajo, del mismísimo ayudante de Uderzo que entintaba los personajes y de superar en una prueba a una decena de colegas más.
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