La conciencia de la agonía fue plena en el escritor José Luis Sampedro (Barcelona, 1917-Madrid, 2013). Murió a los 96 años sabiendo y aceptando que aquello se acababa. «La muerte me lleva de la mano, pero se está portando bien porque me deja pensar», le dijo a una amiga. Con su envidiable lucidez y calma, la frase pervive ahora grabada en el lomo azul de Sala de espera (Plaza y Janés), libro póstumo del escritor que se publica esta semana como homenaje al primer año de su ausencia.
Sampedro falleció un 8 de abril dejando multitud de anotaciones y textos inéditos, escribió hasta el final. Dos de sus últimos proyectos, Los Ríos ySala de espera, ven ahora la luz por decisión de su compañera y legataria, Olga Lucas, quien explica que dejará «aparcadas» las obras inconclusas iniciadas en «un pasado remoto» pero se ocupará de los inéditos del final de su vida. «Es decir de aquellos de los que tengo seguridad y conocimiento directo acerca de sus intenciones», afirma en el prólogo del libro.
Los Ríos es un texto a dos voces, la del propio autor y la de su mujer, que un día decidieron escribir cada uno para el otro sobre sus propias biografías recurriendo a la corriente de agua como metáfora de la vida, figura manriqueña que tanto apreciaba el autor de Octubre, octubre.
«Contaré los primeros ochenta años del río José Luis, que conozco como nadie, prescindiendo de detalles y ahondando, en cambio, en los momentos y sucesos más definitorios», anota Sampedro antes de iniciar un recuento vital que se detiene con brío en su infancia tangerina, donde vivió hasta los 13 años («ha sido para mí un inmenso regalo del destino, perenne en mis raíces y marcándome definitivamente»), su amistad con la niña Odette, los veranos, la playa y el primer viaje a España para entrar interno en un colegio de Zaragoza. El cambio radical de paisaje afectó al feliz transcurso del riachuelo, que circuló apesadumbrado hasta el descubrimiento —o mejor dicho, la torrencial salvación— de la lectura. En casa de unos tíos da con una colección olvidada de libros de aventuras («mosqueteros, piratas, espadachines, bandidos generosos, guerreros, delincuentes ingeniosos y otros héroes novelescos») editada por el periódico La correspondencia de España: «Fueron como inyecciones estimulantes. Hicieron revivir el ímpetu del río, lo despertaron de su encantamiento».
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