Nos lo dijo Menem. El mejor autor argentino no podía ser otro que Jorge Luis Borges. El presidente de la patilla aseguraba «haber leído todas sus novelas». Un pequeño detalle. Borges escribió poesía, ensayo y cuentos, nunca novela.
Estigmatizado como género menor, el cuento es la prueba del algodón del escritor: en una novela se te puede perdonar una página, o incluso un capítulo, pero en el cuento te la juegas, es todo o nada: si decae su carácter expectante o falla el desenlace, el invento se va a la porra.
El cuento no es asunto menor, ni recurso de principiantes. Ahí están Poe, Maupassant, Chéjov, Kafka, Borges, Cortázar, Zweig, Carver, Dahl, Monterroso o Alice Munro. La autora de «El progreso del amor» (RBA) es una prueba contante y sonante de que lo breve, si bueno, no tiene por qué ser anticomercial.
El Nobel otorgado a Munro -que nunca se declaró novelista- supone un espaldarazo a un género que recobra todo su sentido en la era de Twitter y el microrrelato. Y no porque todo deba reducirse a 140 caracteres, sino porque en la época políticamente correcta de los eufemismos que acaban por no decir nada, debemos tender a la destilación de lapalabra que «significa».
Después de trabajar en Acantilado y Planeta, Clara Pastor creó en 2009 la editorial Elba, centrada en el libro de arte. Cuatro años después lanza una colección de relato breve con título inequívocamente borgeano. «Ficciones».
El catálogo, que inaugura «La soledad de la compasión» de Jean Giono e «Historias de Manhattan» de Louis Auchincloss ofrece «relatos hasta ahora inéditos en español, que abren una ventana a mundos singulares, algunos de ellos en extinción. Con la literatura sucede lo mismo que con los cuadros: todo lo que se dice en largo o grande, puede decirse en breve o pequeño».
«Mundos en extinción…» Retrato robot de Giono y Auchincloss: el primero, prácticamente no se movió de la Provenza francesa, apunta la editora: «Cultivó una forma de expresión peculiar en un mundo autónomo como el de Pedro Páramo de Rulfo». Hijo de las familias más exclusivas de Nueva York y abogado de Yale, Auchincloss (1917-2010) compone en las diez «Historias de Manhattan» un relato coral, señala el traductor Ignacio Peyró: «Herencias y ruinas, matrimonios, celos familiares, rivalidades empresariales, adulterios de alto caché…
De la Gran Guerra al esquinazo del siglo XX con el XXI, el elenco habitual de sus personajes -abogados, financieros, decoradoras, ricos amateurs- se mueve ante las mutaciones y permanencias de la biosfera neoyorquina que los sustenta». La saga Auchincloss fue, siempre, mucho más que «la familia de al lado». Así lo recordaba Gore Vidal, otro hijo de «gente bien».
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