Ante una crisis económica tan honda y sin horizonte cercano, con los cajones llenos de libros ya contratados que se han pospuesto para reducir títulos (ergo, gastos) y a falta de libros espectaculares en el mercado, los editores españoles presentes en la Feria de Fráncfort que ha terminado este domingo con la entrega del Premio de la Paz de los Libreros Alemanes a la bielorrusa y reciente candidata al Nobel Svetlana Alexievich se han dedicado bastante más que otros años a comprar poco y sin prisas, aplazando decisiones hasta una vez llegados a casa. «Al haber reducido programación, hay que escoger más y mejor y buscar un tipo de literatura de amplio público», resume Pilar Beltrán, de Edicions 62.
Quizá porque, opinión generalizada, ha sido una de las ediciones más tranquilas de las últimos años, un par de episodios dieron vida. Por un lado, un susto: la información publicada por una revista del sector francesa y aparecida en plena feria de que el Grupo Planeta ya ostenta el 90% de las acciones de Tusquets. «No me voy a pasar la vida desmintiendo rumores», aseguraba la editora Beatriz de Moura, que sí admitía que el acuerdo con Planeta implica una toma escalonada de la totalidad de su empresa en un lapso de tiempo. Por otro, la aparición pública del nuevo delfín de la agente Carmen Balcells, Guillem d’Efak Fullana-Ferré, antiguo colaborador del hoy consejero de Cultura de la Generalitat, Ferran Mascarell, en su etapa en el área audiovisual del grupo RBA y hasta hace poco encargado de la cartera digital de la agencia. Fullana-Ferré ejercía tácitamente en uno de los stands más espaciosos de la empresa en los últimos años, donde no faltaba champagne francés y wiski de malta escocés.
Por más tranquila que fue la feria, los editores sí se llevaron algunas perlas para intentar estimular las ventas, ni que sean las futuras.
Quizá fruto de buscar respuestas y dar salida a inquietudes ante un mundo actual tan confuso, cambiante y acelerado, cada vez se impone más en la narrativa de ficción la mezcolanza de géneros, donde brilla la distopía.
Algo de ello hay en El pozo, una de las novelas de la feria, donde la norteamericana Catherine Chanter, con estilo de regusto a Cormac McCarthy o Ballard, coloca a una pareja prejubilada comprando una casa con un pozo antiguo lleno de agua y donde llueve cada noche, ello en una Inglaterra no demasiado futura que pasa por una sequía terrible… «Pero la mujer aparece al inicio de la novela bajo arresto domiciliario porque se la acusa de haber matado a su nieto de cinco años empujándolo al pozo», adelanta Sigrid Kraus, editora de Salamanca, que se ha quedado con los derechos.
Toda la información en http://cultura.elpais.com/cultura/2013/10/14/actualidad/1381734903_541919.html