Dicen que muchas de las experiencias que nos pasan en la vida no tienen sentido hasta que las observamos a medio/largo plazo. Entonces, y solo entonces, aparecen unos patrones que justifican lo que nos ha sucedido, ya sea bueno o malo.
Me llamo Nicolás de Paula, tengo 30 años y me he formado como ingeniero electrónico y especialista en inteligencia artificial. Sin duda, ámbitos que no tienen nada que ver con el sector literario, pero que me han servido para descubrir una de mis actuales pasiones: la escritura. ¿Cómo? A través de una mala experiencia.
Antes de acabar mis estudios de grado, me encargaron un trabajo de investigación al que le dediqué más de un año. Pasado ese tiempo, y a pesar de los buenos resultados que obtuve, mi trabajo no fue recompensado; ni reconocido. Pasé por un proceso que me dolió y me costó afrontar en ese momento. Todo mi trabajo tirado por la borda. Sentí impotencia, me enfadé conmigo mismo, grité, lloré, me peleé… Quería entender la causa de dicho trato, pero me tuve que rendir. No pude con esa incertidumbre, me tocó olvidar. La vida seguía.
Después de obtener mi título, trabajé durante un par de años en la elaboración de documentación técnica: patentes, informes legales de productos en varios países, redacción de memorias para la comercialización de dispositivos. En resumen, seguía sin aproximarme al mundo literario de forma directa.
Pero un día, estando frente a la pantalla de mi ordenador, escribí una frase que me dijo una persona a la que pedí ayuda cuando pasé por esa mala experiencia: <<La vida no es justa>>. Y me quedé observándola.
Hoy día, sigo preguntándome cómo vino esa idea a mi cabeza. Nunca me había propuesto escribir un libro, ni siquiera lo había imaginado, pero mis manos ansiaban crear una historia. Esa nueva idea alimentó mi motivación y sin esperarlo, estaba convirtiendo mi experiencia pasada en el comienzo y en el nombre de una novela. Todo me salía natural, sin esfuerzo. Quizá estaba predispuesto a ello en cierta manera, solo que yo no lo sabía. Lo definiría como el descubrimiento de una pasión inesperada por culpa de una mala experiencia.
¿Y qué puedo decir ahora? En parte, me alegro de haber pasado por esa mala situación; de no hacerlo, estoy seguro que no hubiera descubierto una de mis pasiones. Así que, como la vida me ha enseñado, seguiré intentando crear experiencias para darle sentido a las que vengan en un futuro.