Me crié en el mar, en el campo, entre los animales y los libros. Cuando las cabalgatas, la pesca, los días de playa, el deporte y las travesuras me dejaban exhausto, me introducía en las aventuras de Tarzán, Ivanhoe, La isla del tesoro, La isla misteriosa, Colmillo Blanco, Beau Geste, y unos años más adelante en la poética fantasía de anticipación de Ray Bradbury o en la inquietante realidad de 1984, de George Orwell. Pero siempre regreso a Bradbury.
¿Cómo, entonces, no iba a dedicarme algún día a escribir?
Mi temprano paso por algunas agencias de publicidad como dibujante y creativo representaron un aporte importante.
De ahí surgió Historias de don Primitivo, una tira educativa que me encargó la Secretaría de Agricultura de Tucumán, provincia argentina en la que nací y vivo. Luego, mi profesión de administrador de empresas agrarias me acercó a la tierra, a la agricultura.
Allí conocí un ambiente rudo que me aportó miles de experiencias y me permitió conocer y asimilar costumbres e incorporar historias y vivencias diversas. Todo ello contribuyó a la gestación de mi primer libro, Un suave galope de sensaciones, compuesto por diecinueve cuentos cortos, publicado en el año 2003. Algunos de sus relatos aparecieron en la sección literaria de La Gaceta, el matutino tucumano. Otro libro de cuentos, La escollera, está listo para ser publicado.
En 2005, luego de cursar una maestría en periodismo, trabajé como redactor y columnista en un periódico dominical tucumano hasta su cierre, en 2012.
Hoy, más tranquilo, alterno mi hobbie de la escritura con el deporte, los viajes y la elaboración de vino, actividad que desde hace doce años llevamos a cabo con mi esposa y que también constituye una gran fuente de inspiración.
Mientras, la novela El vuelo del tero, mi último trabajo, espera paciente la oportunidad de volar.