
Bromeaba Mihura en sus memorias diciendo que cuando él fue a nacer “Madrid no estaba inventado todavía”, y que para que su madre diera a luz “hubo que inventarlo precipitadamente”. Si se tiene en cuenta este dato, nací en la misma ciudad que el autor teatral unas décadas después, más concretamente en el último cuarto del siglo veinte; cuando Madrid estaba ya perfectamente consolidada y comenzaba a desarrollarse vertiginosamente.
Del periplo académico (más o menos obligatorio) resulté licenciado en Historia del Arte por la Universidad Complutense de dicha ciudad. Esta licenciatura, de todos es sabido que, más que nutrirse de eruditos y apasionados por la historiografía artística, principalmente lo hace, tal y como sospechaba Landero, de un variopinto conglomerado de estudiantes que, habiendo “sublimado cierto vislumbre estético”, padecen una capacidad para percibir las manifestaciones pláticas que “excede con mucho a su talento artístico”.
De resultas de esta formación trabajé durante varios años en el negocio de las galerías de arte, un mundillo más vistoso para aquel que lo desconoce e idealiza que para quien, por inconsciencia, queda dentro atrapado. Unida a esta tarea se dio también la de la escritura en algunos medios especializados, impresos y digitales, la cual me permitió ganar cierta soltura praticando la retórica propia de la materia: seca, imprecisa y manida.
Por afición melómana, deben rondar también por las catacumbas digitales decenas de artículos relacionados con el asunto: críticas de discos, crónicas de conciertos y divagaciones varias. Todos ellos, seguramente, de una valía pareja a la de las flores secas cultivadas en el ámbito artístico.
En cualquier caso, estos bandazos hay que darlos por buenos -“a pesar de que en la tardanza esté el peligro”-, si finalmente el camino nos conduce a la novela. Dice Trapiello que esta, a diferencia de otras expresiones escritas, “es un asunto que requiere minuciosa aplicación, mucha fe y una gran constancia”. Y así debe de ser, aparte de entendimiento, creo yo, el cual, como es natural, suele mejorarse con los años; o eso quisiera pensar.