Tardé demasiado tiempo en enterarme de que era escritor.
Formaba parte un grupo de amigos que estábamos interesados por la literatura, pero que a su vez queríamos vivir y adquirir nuevas experiencias en plena década de los años ochenta y todo ello conllevó también un espejismo, dos de mis amigos desaparecieron tempranamente y el otro se perdió para las letras.
Gracias a que tenía un familiar que era director de cine, pude dedicarme a trabajar de guionista en varias películas. No es que hiciera los guiones, mi trabajo consistía en corregirlos y adaptarlos al lenguaje contemporáneo pues muchos de ellos venía traducidos con tendencias iberoamericanas muy pacatas.
También fui guionista de varios cortometrajes y ello me permitió adquirir técnica en su desarrollo cinematográfico, mientras continuaba estudiando la carrera de derecho y que ejerzo actualmente.
A su vez dicho trabajo se da de bruces con la libertad que te procura la creación literaria y ahí también me di cuenta que no tenía técnica gramatical alguna, por lo que dejé que fuera la inspiración de los poetas la que me ayudara a crear mi propia forma de ser creativo.
En definitiva, creo que escribo como un guitarrista con alma y sin pasar por ninguna escuela, taller o influencia literaria concreta.
He escrito tres novelas cortas. En todas ellas existe la misma idea, el azar de las cosas lleva a su indeterminación, lo que más cabe señalar de mis escritos, es su valor de denuncia social encubierta y el simbolismo de los relatos, el sentido de lo sociable se ve desde un punto individualizado y sentimientos intimistas. Siempre he dudado en publicarlas.
El mero hecho de que un agente se haya leído mis escritos y los haya seleccionado, es un placer para mí. En este momento me está orientando, nunca es demasiado tarde; voy a seguir escribiendo, es una necesidad, pero hace ilusión ver tu libro publicado.