Más que un currículum literario, yo tengo una historia con la literatura.
Una infancia de lecturas nocturnas con una linterna bajo las mantas, narraciones orales, lecturas del Barco de Vapor y Julio Verne.
Una juventud con cientos de escritos furtivos, imaginando un futuro como contador de historias.
Pero al terminar el instituto, continué mis estudios por una vía más práctica, más conservadora, ya se sabe: un empleo estable, una familia estupenda, pero… ay, los peros.
Hay algo dentro de mí que me pide más, volver a contar historias, ser menos práctico y llenar mi vida con más verdad.
El arte, en sus diversas formas, ha estado presente en mi vida en todas sus vertientes, sobre todo la literatura y su capacidad para comunicar mundos. Así que, con cuarenta años y una vida estable, decidí que era el momento de volver debajo de las mantas con una linterna y hacer lo que siempre quise: ser un contador de historias.
No es un currículum al uso, son las horas de libros y el arte en general lo que llena mi vida, y eso es todo lo que tengo que aportar.