Nací en 1959, en un pueblecito, Covaleda, de la provincia de Soria, al pie del pico de Urbión. Soy el pequeño de nueve hermanos, lo cual tiene sus cosas buenas y otras no tanto; pero tampoco me puedo quejar.
Estudié magisterio y, después, bastantes años más tarde, psicología. Siempre me ha dado por darle al coco, como diría la protagonista de Quien tiene una amiga….
¿Por qué escribo? Yo digo, medio en broma, que para poder dormir. Cuando se mete una idea en mi cabeza, se convierte en una especie de enigma incómodo y hasta que no lo resuelvo — creando una historia en torno a él — no me quedo tranquilo y, en teoría, ya sí podría dormir. Pero es igual, se acaba un lío y empieza otro, sin parar; el caso es dar vueltas y revueltas a la cabeza, unas veces por esto y otras por lo de más allá. Uno que es así.
El caso es que he publicado dos novelas de ambiente rural, en las que el pueblo acaba por convertirse en un personaje más, quizá el más importante.
El Homenaje (2014) habla de cómo el pueblo necesita crear un chivo expiatorio en el que echar todas las culpas y así liberar al resto de aquello que podría avergonzar a cada vecino, en mayor o menor medida, según su participación en los hechos.
Pacto de Silencio (2018) supone la refutación de una leyenda de mi pueblo. El propio pueblo creó su propio relato para justificar cómo se desarrollaron los sucesos. Y así se convirtió en juez y verdugo. En mi novela trato de mostrar la debilidad del argumento de la propia leyenda.
Además, tengo páginas y páginas escritas, bien guardadas hasta que se me enciendan las luces y termine por dar con la tecla que le otorgue sentido y consiga resolver los enigmas que encierran; o sea, tengo varias novelas a medio escribir.
Por último, hablaré de Quien tiene una amiga… Siempre me han intrigado las historias de “amor” (o de abuso) entre personas adultas y menores de edad. Se suele decir que la experiencia es buena maestra pero cobra muy caro. Con Quien tiene una amiga… trato de rebajar un poco el precio.
Si los adolescentes que lean el libro se identifican con la protagonista y con el drama de Sebastián, podrían entender esas situaciones sin caer en moralinas ñoñas, y quizá escarmentar en cabeza ajena, en la de mis personajes. En buena parte, con esa intención se ha escrito. ¿No es eso precisamente lo que nos permiten las novelas, vivir historias que nunca podríamos experimentar de otra manera y aprender de sus personajes y de sus vicisitudes? Pues eso.