La literatura, tal y como la entiendo, presupone un ejercicio de investigación acerca de la naturaleza humana.
El conocimiento de esta puede alcanzarse, bien por observación, bien por introspección, o por una combinación de ambas.
Todo se reduce a imaginar unos personajes inventados y a ponerlos en una situación inventada; el ejercicio consiste en descubrir cómo se comportan.
No creo que mis personajes se parezcan a mí, ni en realidad a nadie que yo conozca.
Para que el argumento tenga interés, el comportamiento de los personajes debe ensañar algo al lector sobre su propia naturaleza.
Por eso doy mucha importancia a la psicología de cada uno de ellos, ya sean principales, ya secundarios.
He tenido que escribir siete novelas para alcanzar cierto equilibrio entre argumento y personajes, que me parece imprescindible para que una novela relate una historia que sea a la vez inteligible y amena.
Comparto, en definitiva, la idea de Aristófanes en «Las nubes», donde polemiza con Sócrates y sostiene que la literatura de ficción puede enseñarnos más y mejor sobre nosotros mismos que la especulación teórica.
Mi técnica está más influida por el arte cinematográfico y el teatro que por la obra de otros novelistas. De aquellos he aprendido a disfrutar particularmente con los diálogos.
En cuanto a la acción, la visualizo siempre como si fuera una escena de película, y luego trato de traducir la imagen en palabras.
Sin embargo, las posibilidades de la narración son superiores en cuanto a la organización de tramas complejas, que el cine, por ejemplo, siempre ha de simplificar para adaptarlas a su formato.
Escribir novelas es lo que me gusta, y no hay ninguna actividad mundana que me haga pasar mejores ratos que esta.
No pretendo magnificar mi obra, pero un rasgo de mi labor como escritor es que mantengo un alto nivel de exigencia.
En realidad, no es un sacrificio sino parte del placer de escribir.
Entiendo esta como una actividad de cara al público, en la que mantengo un constante diálogo con el lector.
Sin cesar me dirijo a él para preguntarle: «¿Te parece lógica esta reacción?», «¿Es esta situación lo bastante divertida?», «¿Crees que te estoy dando pistas falsas?», por ejemplo.
Y si la respuesta no me satisface, borro el pasaje en cuestión y lo escribo de nuevo, y cuanto más radical el cambio, mejor.
Me encantaría publicar para que el feedback sea real y no solo imaginado.