Mi afición a la novela negra, o policiaca, viene de antiguo. Por supuesto, comenzó con los clásicos americanos: Chandler, Hammett, James M. Cain e inevitablemente Patricia Highsmith. Aunque de carácter distinto, pero de crimen y policía, me impresionó mucho, y la he releído un par de veces, “A sangre fría” de Truman Capote.
De los europeos, siempre me ha atraído Simenon y su inspector Maigret, el respeto con el que el autor trata a su personaje, la psicología y el método del inspector, sin estridencias ni excesos innecesarios que aportan poco a la historia; lo mismo podríamos decir de Donna Leon y Brunetti. Henning Mankell y su inspector Kurt Wallander y el español Lorenzo Silva con su picoleto Vila, es lo que más me ha gustado en los últimos años.
No me agrada la novela negra excesivamente escabrosa, crímenes truculentos, al modelo nórdico, que tanto se está usando. Ni tampoco los policías traumatizados, alcohólicos, enfermos mentales o de otro tipo, opino que son modelos irreales y, a veces, uno tiene la impresión de que se compite a ver cuál es el crimen más bestia y el poli más raro.
Me gustan más al estilo de Maigret, Brunetti, Vila, personas normales, cuerdas, con sus recovecos, profesionales.
La psicología del poli es importante, como la de los otros personajes, y es fácil suponer que un policía consciente puede, o debe tener un lado atormentado, siempre permanece el enemigo: la duda. Y, además, tiene una vida privada con todas las obligaciones y los conflictos inherentes.
Este ha sido el modelo que he pretendido con Ximo Galván: felizmente casado, sin hijos, pero con un sobrino, líos familiares, leal con sus amigos y compañeros, trabajador casi obsesivo, fuerte sentido de la justicia y el deber, cinéfilo, amigo de reuniones para hacer la paella del domingo, etc. El que haya elegido una ciudad de dimensiones razonables, facilita la creación de un mundo. Una característica que creo importante de estas novelas es que, siendo independientes y conclusivas, se suceden.
Algunos personajes reaparecen en distintos momentos, se van enlazando en las historias, al fin y al cabo, es lo propio de un ambiente en el que casi todo está conectado subterráneamente.