La novela erótica se constituye como una modalidad narrativa específica en el momento en que convierte el móvil sexual en el camino por el que transita su discurso. Y este hecho lo transmite con todo el lirismo y el desgarro, con toda la ternura y la procacidad de que sea capaz el talento del autor.
Se puede admitir bajo la etiqueta de ‘erótica’ toda novela que tiene el propósito no exclusivo de revolucionar y excitar los instintos sexuales, y ello sin otra arma que el lenguaje.
Uno de los esquemas prototípicos de la novela, quizá el más universal, sea el del joven inocente e inexperto que quiere…
descubrir su propia naturaleza y la del mundo que le rodea, motivado por una búsqueda que se configura como una sucesión de obstáculos y dificultades capaces de probar las virtudes del héroe.
La descripción debe desempeñar cuatro funciones principales:
a) Demarcativa: subraya las divisiones del enunciado, delimita la frontera de una acción o presagia un desarrollo.
b) Recordatoria o dilatoria: se emplea para aplazar la solución de una intriga, y se erige en eslabón de una estrategia.
c) Estética o decorativa: en algunos casos persigue en propósito ornamental, mientras que en otros sirve de lucimiento de la facultad de estilo del autor.
d) Simbólica o explicativa: remite a informaciones y detalles que justifican la psicología del personaje o recrean un ambiente propicio.
El trato descriptivo del cuerpo físico, vestido o desnudo, parcial o integral, representa una modalidad afín al erotismo. En común que la descripción preludie la secuencia erótica o bien que sea el pórtico de la misma.
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