A partir de ese momento el escritor tiene que conjugar la tensión con la calma, la acción con la quietud. Y es que dosificando la información se mantendrá el interés del lector, pues querrá seguir leyendo en busca de esa información.
Una vez que el escritor ha encontrado el inicio en que se ha situado al personaje frente a un conflicto, llega el momento de continuarlo, y no puede resolverse en las primeras páginas porque entonces habrá concluido la historia. Hay que continuar, y no puede ser alargando de forma artificial la narración, sino buscando la forma de que ese conflicto se complique y el personaje o personajes tengan que seguir enfrentándose a él.
Además de acercar el conflicto al lector, el escritor tiene que acercarle también los personajes, que el lector los sienta muy cerca, próximos. En cuanto a las subtramas, en una novela no solamente habrá una historia, habrá más, pequeñas historias secundarias que ayudan a potenciar la principal, están al servicio de lo principal de la historia.
Por otra parte, ésta llegará en algún momento al final, pero ha de hacerlo de forma que no parezca forzado. Puede que el escritor haya construido una buena historia, pero si falla al final, fallará la historia entera. El desenlace tiene que ser necesariamente verosímil, ha de parece natural, y no ser predecible ni aleccionador. Es preferible evitar la moraleja. Con el final hay que enseñar al lector, con el final hay que cerrar la historia.
Cuando el escritor empieza a escribir una historia, puede no saber cuál va a ser el final de forma exacta. Sí sabrá hacía dónde se dirige su historia, pero esto no supone saber cuál va a ser el desenlace final del conflicto. Y es que las historias van haciéndose a medida que se crean.
Por último, la historia no puede crearse pensando todo el tiempo en el destinatario de la creación ya que se trata de un ejercicio personal.
Este sencillo consejo forma parte del taller de Escritura Creativa. Toda la información en nuestra web.