Nací en México, lugar donde el hombre viene del maíz y la mujer crece de la flor; y ya madura, se duerme para convertirse en un volcán que llora lágrimas de tequila, mientras las mujeres le dejan mole y tamales en sus faldas rocosas y otros bailan huapangos huastecos y fuman puros.
Toda mi vida he sido palabras vacías y a veces fecundas, pero que suman párrafos y recuerdos subrayados, de una existencia tan corta como la espina que crece en las rosas que parlan en las nubes.
Dejó de importarme todo cuando me di cuenta que el hombre no es más que una novela que se reescribe en cada siglo, forzando la propaganda enfermiza de su idea. Así, la libertad onírica ha sido mi resistencia. No conozco otra vida que no sea a través del arte, porque la vida es un sueño, como decía Calderón de la Barca. Escribir se ha convertido en una necesidad para mí, porque a veces el alma pesa y se retuerce entre los huesos.
Mi formación está en los libros, particularmente en los de caballería, y en las calles, donde Modigliani y Van Gogh encontraron la belleza, uno en el amor y otro en las noches estrelladas. La música, la pintura y el cine me ayudan a sopesar el tiempo cuando estoy fuera de la página en blanco.
He colaborado con revistas físicas y sitios web a nivel nacional e internacional con pequeños relatos y cuentos. Actualmente, trabajo en un libro. Además de eso, tengo otras novelas, obras de teatro, guiones de cine y ensayos que me gustaría poder publicar en algún momento. El laberinto de los hombres es una obra que se puede ver en un lienzo en blanco, y es la obra que está en manos de Hera Ediciones para su publicación.