Mediádose no ha el curso de mi existencia, pues solo han pasado veintiséis años desde aquel día diez de julio en el que tuve a bien nacer.
Y sin embargo la compañía de los libros, para con esta mía vida, no ha sido tan extensa. Mas si cortos han sido los tiempos que compartido hemos, enormes y perennes serán, como ya fueron y son, las emociones que procurádome han.
Quiso el hado que solo un año después de mi primer cuarto de siglo contara yo con tres libros. LLámense “Mundo Esteta”, “Alma Ignífuga” y “Faetón”. De esta tercia solo los dos últimos quiero ver publicados, ya que el primero es todo lo que no soy y lo que no quiero ser; mas debo reconocer que teníalo que escribir: es el error que me condujo al acierto. Alma Ignífuga es mi expresión del romanticismo, es una novela epistolar que habla del idealismo alemán que tanto resuena en el alma mía. Faetón es un viaje que todo romántico quiere y puede hacer, es un poema narrativo.
No sé si soy bueno para escribir, no sé si tengo talento. Cuando leí a Shakespeare quise inmediatamente componer mi primer tragedia, pero sé que con querer no basta. Jamás podría escribir de algo que no he vivido, y nunca me perdonaría decir algo que no siento.
Entonces, ¿por qué he decidido escribir? Bueno, ahora sé que si escribí esa tercia de libros fue solo porque mi alma estaba buscando empleo, quería, como quiere y querrá durante toda la vida que el cielo me conceda, expresarse. Y si los años me han separado de mis autores favoritos, mi alma, nostálgica y sabedora del idealismo, escucha el eco del romanticismo y solo de eso escribe.