Nací casi en “toque de despegue”, me decía mi padre aviador, pues estuve mis primeros tres días en incubadora. En un país que parece una terraza frente al mar, como describía Neruda a Chile. Fue en 1972, justo un año antes al golpe de estado. Pero toda esa tormenta externa no afectó mi niñez, ya que estaba dentro de una familia atípica, apolítica, profunda y espiritual hasta la médula. Nuestros hogares estuvieron siempre rodeados de animales, huertas, naturaleza y, sobre todo, amor. Por eso no es raro que desde pequeña, estuviera todo el tiempo en los mundos oníricos y fantásticos.
A los 14 años de edad, viviendo una adolescencia muy solitaria, fui a agradecerle a la maestra que me enseñó a leer y escribir. Pues ya a esa edad tenía la conciencia de la importante herramienta que me había entregado. Dentro de esa introspección, el lápiz y el papel me estaban esperando en una esquina de mi vida e iniciamos una relación profunda hasta el día de hoy. Lo que no podía hablar a viva voz, mis escritos lo delataban. El universo es infinito cuando se trata de crear.
Estudié licenciatura en Bellas Artes, porque era lo que menos sabía del arte en general. Y allí conocí a un gran escritor brasilero, Tiago de Mello. El me enseñó algo muy esencial: la poesía no se explica, la poesía es. Su presencia olía a Amazonas y me amplió mi mundo de letras.
Luego, al salir de la universidad, asistí a un curso de poesías y sueños del escritor Mapuche Leonel Lienlaf. Entré más fuerte al mundo onírico y la abstracción delicada de lo poético con los pueblos originarios.
Después ingresé al mundo de la música, y como siempre he sido autodidacta en casi todas las artes, inicié poemas musicalizados. Luego indagué en los microcuentos y fábulas. No quise definirme en ningún estilo y dejé que mi pluma corriera cual doncella trémula a amar, en las blancas hojas, su desnudez hermosa e inocente.
Me propusieron que lo que sabía lo compartiera en forma de talleres literarios a unos jóvenes de una comunidad llamada Amatreya en Alta Gracia- Córdoba- Argentina durante los años 2020- 2021. A continuación llegaron los talleres online de cuentacuentos a niños y adultos.
Fui ganadora de un premio destacado en el libro colectivo: Relatos con Mascarillas, de la editorial Imbuk- Chile, en 2020.
Ese mismo año lancé mi libro sobre gigantes en plena pandemia, un libro que habla del retorno de los humanos a través de los Gigantes que los guían y protegen de un virus: el miedo, que los sacó de su verdadero origen. Entonces lanzar mi libro en esas condiciones contingentes fue muy asombroso. Estuve en las ciudades de Rancagua, Santiago, La Serena y Cochiguaz en Chile en noviembre de 2020, con mascarillas, alcohol gel y distancia por un virus desconocido, pero que finalmente creaba miedo, al igual que el libro.
Egraps apareció de repente por accidente en mi vida, cuando leí un articulo sobre unas osamentas de 10 metros que descubrieron en la India. Y allí tuve una epifanía:
¡Claro, no éramos la única raza que el planeta haya acogido en su existencia! Comencé entonces a escribir y escribir… y me di cuenta que era un libro y después una saga.
Entonces, en conjunto con la escritura, la música surgió con el libro de una forma mágica y fluida. Era una pantalla de una gran película de la cual yo iba decodificando en las teclas de mi computadora.
Yo, una pequeña mujer, escribiendo un libro de gigantes, me di cuenta que sin el arte nada tendría sentido para mí.