
Leí mucho en la niñez y empecé a escribir poesía en la adolescencia.
En 1986, en Bogotá, publiqué una novela titulada Magia de tierra y agua, donde el mito prehispánico de la laguna de El Dorado funciona como el trasfondo de las aventuras de una niña en la laguna colombiana de Guatavita.
En los años 80 y 90 publiqué poesía en revistas de lengua castellana en los Estados Unidos; uno de los poemas apareció traducido en El New Yorker.
En 1986 mi poema en prosa “El feto” obtuvo el primer premio del concurso literario patrocinado por Linden Lane Magazine. Viví en Nueva York de 1976 a 1984 y desde 1990 vivo en Los Ángeles, donde trabajé durante muchos años como profesora de literatura hispanoamericana.
En Los Ángeles empecé a idear la novela que ahora presento a las editoriales, Al otro lado de las llamas.
Durante la década de los 90 viajé mucho a Colombia para visitar a mi familia y estos viajes me dejaron con una impresión caleidoscópica de la violencia política en mi país de origen. Esta visión caleidoscópica forma parte integral de la novela. Hay un manejo no lineal del tiempo, del espacio y de varias voces narrativas.
Aunque esta novela no se adhiere al realismo, alude con frecuencia a la violencia política de los años 90 en Colombia, a la desintegración de la antigua Yugoslavia y más veladamente a la guerra civil en Ruanda.
Los tres narradores principales han muerto en Nueva York en un incendio, lejos de los cataclismos que han desangrado a sus países. Todos han recobrado la conciencia y la capacidad de hablar en un lejano espacio sideral que algo le debe al interés que he sentido siempre por la cosmología. Al otro lado de las llamas también explora la difícil relación que he tenido con mi familia así como la importancia fundamental de la conversación en la amistades humanas.