Una idea puede ser el resultado de un concepto o de una imagen. Si se trata de un concepto, la idea representa o sintetiza el sentido nuclear de la historia y proviene de una convicción del novelista, quien inventa un mundo para ella.
Sin embargo, no se escribe la novela para ilustrar el concepto, porque entonces sería una tesis, sino que es fruto de la investigación de los niveles más profundos de la idea a través del mundo novelesco y de no desviarse del objetivo principal, que es encontrar la forma de escribir la novela según la forma de pensar del escritor.
Cada novelista suele tener un método propio de trabajo pero, aún así, siempre es conveniente que recurra a la interrogación:
– En primer lugar, interrogar a la idea o a los elementos de la imagen que aparece, ya se trate de uno o varios personajes, de una acción o de un lugar.
Las respuestas que resultan aportarán al escritor el material para ampliar la idea básica. Este es un método eficaz contra los bloqueos y le permite tender nuevos hilos, abrir otros senderos en la selva narrativa.
– El autor debe interrogarse a sí mismo como productor de la idea, la imagen, la frase. Ha de preguntarse qué debe decir.
– Después puede esbozar el inicio. El comienzo de la obra, la primera página, suele contener, concentrada, toda la novela. Debe captar la atención del lector, presentar al personaje y definir el conflicto del que se deriva el tema preocupa al escritor y la intención que le ha llevado a escribir la novela. El inicio debe indicar que algo va a suceder, y ha de ser una promesa para el lector.
En esta etapa el escritor debe atender principalmente a su voz interior y respetar su cadencia, la espontaneidad de la idea, el fluir de las palabras en el papel.
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