¿Hablará de la Diada? ¿Hablará de Siria? ¿Hablará de la corrupción? ¿Hablará de la crisis? ¿Hablará del buen momento que vive América Latina? ¿Hablará de los 40 años del golpe de Estado en Chile?
Una nube de posibles preguntas presidían la intervención de Mario Vargas Vargas Llosa y amenazaban con eclipsar al novelista en la presentación de su nueva obra, El héroe discreto (Alfaguara).
Más de un centenar de periodistas y amigos y familiares del Nobel peruano acudieron a la cita en Casa de América, en Madrid. Unos aplausos tímidos anunciaron la llegada del escritor al anfiteatro Gabriela Mistral, y cincuenta minutos después otros aplausos más sonoros lo despidieron.
Cincuenta minutos que el autor de obras como Conversación en La Catedral y La guerra del fin del mundo inauguró hablando del proceso de creación para dejar claro que «la imaginación no trabaja en abstracto sino a partir de imágenes reales. La fantasía necesita trabajar con recuerdos y la fantasía es el corazón de toda ficción». Esto venía a cuento para referirse al origen de la novela cuyas pistas esparció en toda la intervención.
El héroe discreto es la vuelta literaria de Vargas Llosa a Perú, a su vez un doble reencuentro con su vida y su literatura y de los lectores con él y su mundo literario. Primero porque, después de 15 años, Lima y Piura, las dos ciudades peruanas donde se crió el autor, vuelven a protagonizar sus ficciones; y, segundo, porque ha recuperado a varios de sus personajes como el sargento Lituma, de Lituma en los Andes, y a don Rigoberto, de Los cuadernos de don Rigoberto. La nueva novela,en clave de melodrama salpicado de humor, cuenta la historia de dos hombres, Felícito Yanaqué e Ismael Carrera, que luchan contra sus destinos adversos más allá de las mezquindades y según sus ideales y deseos.
Toda la información en la versión digital de El País.
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