Al igual que en la vida, percibo mi carrera literaria como una concatenación de hechos que van ganando en intensidad. Más de diez años han pasado desde mi inicio en el mundo de la novela, con unas primeras páginas escritas por un adolescente que adolecía de todo menos de ganas de escribir (Rosa Negra. 2007).
Enseguida confirmé que ese primer conato no iba a ser el único (¿Verdad? 2009). Tenía voluntad pero aún no era suficiente. Fui forjando el temperamento literario con pequeñas participaciones de analogía de Acen o Diversidad literaria, e incluso lancé un blog para hacer probaturas que pronto se convirtió en un folleto con las evasiones de un escritor que está naciendo (historiasvivas.wordpress).
Nada era suficiente, necesitaba más. Fue entonces cuando llegó Una Historia en la Habana, un libro que casi ha llegado a consumirme y del que tenía serias sospechas de que llegase a terminar alguna vez. Diez años de maduración han hecho falta para que sea capaz de escribir esas líneas, y al terminarlo supe que algo de mí no volvería, pero el resultado espero que les merezca la pena.